Y el café (1)

Me interesa la bebida y el olor, las cafeterías buenas y su ambiente

Y me interesa el tipo de tostado y el origen del grano, que lo muelan justo antes de servirme la taza.

Me convida la paz que se respira en esas, que ven al Ávila,

en las que te sonríen,

hay wifi

no te preocupas porque te roben

y nadie viene a pedir limosna.

En las que no hay que temer porque te saquen del idilio, de la quimera, de la utopía, de la ilusión…

de la taza de café especial.


Y es que ahora, temo tomar café en las visitas, porque no sé qué marca es, qué origen tiene, dónde lo compran, dónde lo muelen…

Me tenso cuando me ofrecen, porque podrían servírmelo dulce, mientras yo lo quiero con acidez y retrogusto como de ceniza…

y yo no puedo decir que no; todavía no sé decir que no.


Y ahora condeno a mis amigos: «este café lo hiciste con agua del chorro»

¿cómo se atreve?

– yo que le di mi confianza-

¡QUÉ INSOLENTE!


Es posible que me esté convirtiendo en esa señora, que en unos años, arrugará la cara si no le gusta el café, que lo devolverá; que pedirá al gerente, o que se meterá detrás del mostrador: «presta acá», dirá, mientras retira al «pseudobarista» para preparar ella misma su café.

No, yo no podría ser ella.

Aunque,

desde chica,

siempre he sido vieja.

cafe manos
Imagen en

 

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